PRADO VERDE Y FLORIDO
El sevillano Francisco Guerrero, junto a Tomás Luis de Victoria y Cristóbal de Morales, forma el trío de los grandes compositores de música sacra del Renacimiento español. Fue discípulo de Morales, aunque posteriormente, prefería la textura homofónica, es decir que una voz fuera la dominante y las demás se subordinaran a ésta. Sus obras fueron muy populares en el siglo XVI. También escribió muchas obras profanas, más que Victoria y Morales.
Prado verde se encuentra en el Cancionero de Medinaceli, que contiene música del Renacimiento español. Se conservó en la biblioteca del Duque de Medinaceli, de ahí su nombre. Después del Cancionero de Palacio, es el más importante por el número de composiciones (177), que contiene. Del mismo compositor, y en el mismo cancionero, se encuentra la canción Ojos Claros, que también hemos cantado.
Es curioso que muchas de las canciones populares (villanescas, en el lenguaje de la época) que compuso Guerrero en su juventud, fueron revisadas por él mismo, ya en plena madurez (al regreso de su viaje a Jerusalén, con 62 años), y cambió la letra para que pudieran ser cantadas "a lo divino". Así sucede, por ejemplo, con las dos canciones citadas: Ojos Claros y Prado Verde, que en su versión "a lo divino" pasan a llamarse respectivamente "Ojos Claros, Serenos, que vuestro Apóstol Pedro han Ofendido" y "Pan Divino, Gracioso, Sacrosanto Manjar"
En el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, publicado en 1611, se puede leer: “las villanescas son canciones que suelen cantar los villanos cuando están en solaz. Pero los cortesanos, remedándolos, han compuesto a este modo y mensura cantarcillos alegres. Ese mismo origen tiene los villancicos tan celebrados en las fiestas de Navidad”.
Toda la obra de Francisco Guerrero (Opera Omnia) se encuentra transcrita, comentada y publicada por el CSIC, y muchos de estos volúmenes (por ejemplo las "Canciones Villanescas y Espirituales a 3, 4 y 5 voces") están disponibles en versión digital de forma gratuita.
Prado verde y florido, fuentes claras,
alegres arboledas y sombrías.
Pues veis las penas mías cada hora,
contadlas blandamente a mi pastora,
que si conmigo es dura,
quizá la ablandara vuestra frescura.
El fresco y manso viento que os alegra,
está de mis suspiros inflamado.
Y pues os ha dañado hasta ahora,
pedid vuestro remedio a mi pastora,
que si conmigo es dura,
quizá la ablandará vuestra frescura.