PARTES CANTADAS DE LA MISA

ESTRUCTURA DEL CANTO LITÚRGICO EN LA MISA

Una breve nota informativa de carácter general

(Elaborado por Javier Villoslada)


Para la iglesia católica, el canto litúrgico por excelencia, en el marco de la celebración de la misa, es el canto gregoriano, y de hecho los cantos litúrgicos, tal como se recogen en los libros, están descritos a partir de la recopilación de cantos gregorianos a lo largo de la historia.

La Sagrada Congregación para el Culto Divino publicaba en 1972 el decreto que comenzaba así:  

“El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, ha declarado expresamente que el tesoro del canto gregoriano, que la tradición ha transmitido hasta nuestros días, debe ser conservado con veneración y utilizado debidamente. Por tanto, para aplicar esta norma, sobre todo una vez que se han editado los nuevos libros litúrgicos, revisados según la intención del Concilio, esta Sagrada Congregación para el Culto Divino ha considerado conveniente promulgar una normativa para adaptar el Gradual Romano a las nuevas circunstancias, de modo que no se pierda ningún texto del tesoro auténtico del canto gregoriano. Así, esta Sagrada Congregación, por mandato del Sumo Pontífice PAOLO VI, ha dispuesto que, quienes celebren la Eucaristía en latín, sigan cuanto aquí se establece en lo que a los cantos se refiere.”

Para evitar confusiones, cabe aclarar que el término “Gradual” tiene dos significados relacionados entre sí, pero diferentes. El primero se refiere a un canto litúrgico específico para una parte concreta del “propio de la misa”, y el segundo se refiere al libro que contiene los cantos de la liturgia de la misa, en su conjunto (Graduale Romanum)

Como canto, el Gradual es el más antiguo de los cuatro cantos que componen la parte cantada del propio de la Misa. Mientras que los otros tres (Introito, Ofertorio y Comunión) fueron apareciendo más tarde. El gradual (con sus suplementos, el Tracto, la Secuencia y el Aleluya) representa el canto de los salmos alternando con las lecturas de la Biblia, una costumbre tan antigua como el propio rito católico. En cambio los otros tres básicamente “rellenan” o acompañan partes específicas del rito eucarístico.

El término Gradual proviene del lugar donde se cantaba en los templos, a partir de la Edad Media. En los primeros tiempos no se llamaba Gradual sino Canto Responsorio, y así de hecho lo denomina por ejemplo Isidoro de Sevilla (s. VII) "quod uno canente chorus consonando respondet". Posteriormente, en el Cantus Responsorium, el lector que cantaba el salmo se situaba en un lugar alto, si bien no debía subir hasta el ambón (como el diácono que leía el Evangelio) sino pararse en el escalón anterior desde el cual el subdiácono había leído la epístola. El cantor no sube más alto, sino que se para en el mismo lugar donde se ha leído la epístola y desde allí comienza el canto del verso solo, al que todo el coro responde. De ahí que al cantarse en el escalón (gradus en latín) pasase por extensión a denominarse Graduale.

Actualmente ambos términos (Gradual o Responsorio) pueden ser usados de forma indistinta para referirse al mismo canto litúrgico.

En cuanto al Gradual Romano como libro litúrgico oficial del rito católico, que contiene los cantos para la misa, toma, probablemente, su nombre del canto Graduale debido a la importancia de este canto, como se ha señalado más arriba.

El Gradual Romano es una de las tres partes del antiguo Antiphonarium romano que contenía originalmente todos los cantos del coro. En el siglo IX ya aparece dividido en el Graduale (cantoral de la misa), el Responsiale y el Antiphonarium en sentido estricto. La edición de 1614 del Gradual Romano fue revisada en 1908 y últimamente de 1974 tras la actualización del rito de la misa a raíz del Concilio Vaticano II. En 1979, se publicó el Graduale Triplex que es básicamente el Gradual Romano con la notación de pneumas de los manuscritos antiguos, cuya publicación está a cargo de la Abadía de Solesmes, en Francia.

El Gradual Romano incluye los cantos del propio de la misa: Introito (canto de entrada), Gradual de los salmos, Tracto, Secuencia (hoy sólo es obligatoria dos veces al año), Aleluya para la aclamación del evangelio, el canto del Ofertorio, y la antífona de la Comunión.

También incluye a los cantos del ordinario de la misa (publicados separadamente en el Ordinarium Misae o Kyriale): Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei.

En este momento conviene aclarar la diferencia entre el “ordinario de la misa” y el “propio de la misa”.

El ordinario de la misa (Ordo Missae) es el conjunto de oraciones y partes invariables, que son constantes y que forman parte de todas las misas, según el rito romano. Está formado, como hemos señalado, por Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei.

El propio de la misa (Proprium Missae) lo definen las partes variables de la liturgia que cambia en cada fiesta u ocasión. Está formado, como se ha indicado, por Antiphona ad Introitus (Introito), Psalmus Responsorius (Gradual), Tracto, Alleluia, Secuentia, Antiphona ad Offertorium (Ofertorio) y Antíphona ad Communionem (Comunión).

Queda pues claro que, de acuerdo con los libros citados, el ordinario de la misa es un conjunto de melodías gregorianas que musicalizan los textos invariables de todas las misas, mientras que el propio de la misa incluye aquellas partes que cambian según la celebración específica del momento. En resumen, cualquier misa incluye siempre las cinco partes del ordinario, a lo que se puede añadir, dependiendo de la fecha o del tipo de misa, varias partes del propio. Compositores de todos los tiempos han escrito partituras para misas cantadas o solemnes, que incluyen diversas partes de la misma, no necesariamente todas.

Gradual, Tracto, Aleluya y Secuencia constituyen los cantos que se intercalan entre las lecturas de la epístola y del evangelio. Se alternan dependiendo de la época o momento litúrgico que corresponda. Por ejemplo el Aleluya, que es el canto que acompaña a la lectura del evangelio, se cantaba originalmente solo el día de la Pascua, de allí se extendió al tiempo de Pascua, y finalmente también a todos los domingos.

Expresamente, la misa de difuntos carece del canto de Aleluya, mientras que el Dies Irae es parte de la Secuencia que corresponde al rito de la misa de difuntos, si bien no todas las misas de difuntos lo incluyen. Por ejemplo la Op. 194 de Rheinberger no tiene Dies Irae, pero sí tiene Graduale, en tanto que la KV. 626 de Mozart sí tiene Dies Irae y no tiene Graduale propiamente dicho, puesto que Rex Tremendae, Confutatis y Lacrimosa son consideradas piezas que pertenecen a la Secuencia.

El Introito acompaña a la procesión del celebrante y sus ministros y sirve como introducción al tema de la celebración concreta de que se trate. Por ejemplo, en una misa de difuntos el Requiem es de hecho el Introito (tal como lo cantamos por ejemplo en las misas de difuntos de Rheinberger o Mozart)

En cuanto a las partes constantes de cualquier misa (el ordinario) el Kirie, se sitúa al principio como rito penitencial que prepara a los fieles a la celebración del misterio eucarístico; el Gloria, himno que se remonta al siglo II, fue al inicio el canto de entrada de la Misa de Navidad (como cantamos, por ejemplo en los ‘tres motetes para o tempo de nadal’ de Julio Domínguez), pero progresivamente se fue utilizando en las grandes fiestas del año y en los domingos. Está excluido, por ejemplo, de la misa de difuntos. Por su parte el Credo es la pieza más tardía del ordinario ya que se incluyó a principios del siglo XI. Sanctus y Benedictus se cantan al comienzo de la plegaria eucarística, y corresponde al himno que oyó en el templo de Jerusalén el profeta Isaías. Finalmente el Agnus Dei es el canto que acompaña la fracción del pan que  acaba de ser consagrado, y cubre el espacio que hay entre la consagración y la comunión.

Podemos extendernos un poco más en las diferentes partes del propio de la misa, con las siguientes breves explicaciones extraídas de un extenso artículo del monje benedictino Dom León Tolosa para la Revista Musical Chilena, acerca de la estructura y clasificación del canto gregoriano.

Introito:
El nombre propio de esta composición es Antiphona ad Introitum, y sirve para acompañar el salmo que se canta para la entrada de los celebrantes a la iglesia. La liturgia primitiva carecía naturalmente de introito, ya que su uso se generaliza a partir de la liturgia basilical y papal; las antiquísimas liturgias que se han conservado hasta nuestros días correspondientes al Viernes Santo y la Vigilia Pascual (dejando a un lado la adición posterior del lucernario), carecen de introito.

Gradual:
El nombre propio de esta pieza en el repertorio musical correspondiente a la liturgia romana es Responsorium Graduale, y su lugar está después de la o las lecturas en la primera parte de la sinaxis (asamblea de los fieles), llamada liturgia de la palabra; su función primordial es la de ser un canto de meditación. Primitivamente era constituido por un salmo entero, y su estructura melódica y modal debió ser muy simple, limitándose a algunas melodías-tipos o timbres modales.

Aleluya:
Figura hoy día en la liturgia romana entre los cantos intercalares de las lecturas, y se caracteriza musicalmente por su extraordinaria riqueza melódica en contraste notable con el resto del repertorio. Fue en el comienzo una simple aclamación, para saludar al diácono cuando éste llevaba solemnemente al ambón el libro precioso de los Evangelios.

Secuencia:
Con tal nombre se denomina a la composición poética que hoy día pertenece a los cantos intercalados entre la epístola y el evangelio. Originalmente toda secuencia era musicalmente el desarrollo del tema del aleluya que la precedía. Roma, fiel a su tradición de no aceptar textos en la liturgia que no provinieran de las Escrituras, se resistió largo tiempo a aceptarlas oficialmente. Es a partir del siglo XIII cuando hacen su entrada en el misal romano, por obra sobre todo de las nuevas órdenes mendicantes. Entre las secuencias más conocidas detacan: Dies Irae para la misa de difuntos (originalmente se trataba de una composición apocalíptica; los dos últimos versos se escribieron para adaptarla a los difuntos); Stabat Mater, para la fiesta de los Siete Dolores; y Veni Sancte Spiritus, para Pentecostés.

Tracto:
El tracto (traetus) es otro de los cantos intercalares. Su denominación viene del hecho de que, a diferencia del responsorio gradual, era cantado por el Cantor traetim, es decir, de corrido, sin interrupciones. El tracto viene a representar una de las formas más antiguas en la salmodia de la misa, y aun hoy mantiene su característica fundamental, en cuanto la mayor parte de ellos se reduce a unos cuantos formularios.

Ofertorio:
El nombre propio de esta composición es el de Antiphona ad offertorium, queriendo recordar con ello el origen mismo de la pieza. Al igual que para la entrada de los celebrantes (introito), se acostumbraba a cantar un salmo para acompañar la procesión en la que se hacía las ofrendas. De tal salmo, cuya interpretación era sin duda muy simple, se llegó a un desarrollo sumamente cultivado. Dejó de ser canto del pueblo para transformarse en asunto propio de una schola. Los ofertorios se cuentan hoy entre las piezas más elaboradas del repertorio gregoriano de la Misa.

Comunión:
El nombre propio de esta pieza conclusiva del repertorio gregoriano de una misa es Antiphona ad Communionem. Como tal le corresponde acompañar un salmo que se canta cuando la comunidad se acerca a la mesa de comunión. Por lo tanto, de modo similar al introito y el ofertorio, se trata de un canto procesional. Su estructura musical está, sin embargo, más cerca del introito que del ofertorio, ya que ha conservado su simplicidad.