DA QUEI BEGL' OCCI
Giovanni Gabrieli, compositor y organista veneciano, fue uno de los más influyentes músicos de su época que supuso la culminación de la escuela veneciana, enmarcándose en la transición de la música renacentista a la música barroca. Estudió con su tío, el también compositor Andrea Gabrieli. Siguiendo su ejemplo, durante varios años trabajó en Múnich, en la corte del duque Alberto V de Baviera, donde habría estudiado con Orlando di Lasso. Se encargó de recopilar y editar la obra de su tío. Por su parte compuso diversas obras siguiendo el estilo de su tío pero acentuando aún más los contrastes, con un mayor dramatismo y color. Al igual que otros compositores de la escuela veneciana, su estilo se vio notablemente influenciado por las particulares características de la iglesia de San Marcos, con sus galerías separadas, por lo que los órganos y los coros se ubicaban en lados opuestos, además de la excelente acústica del lugar. Hacia 1597 publica su propia colección Sacrae symphoniae que le otorga rápida fama a nivel internacional.
Antes, ya desde mediados del siglo XV, la polifonía se hacía sobre todo en las cortes, las iglesias y los círculos intelectuales. El vulgo escuchaba la música polifónica en las iglesias durante las misas y celebraciones religiosas pero era algo demasiado elaborado, complejo y ajeno a sus oídos y costumbres. El pueblo italiano, incapaz de prescindir de la música, comenzó a hacerla pues a su manera, por el mero placer de cantar y bailar. Así nació la frottola, música de encrucijada y taberna, la mayor parte de las veces imporvisada y no escrita, o los strambotti, variante elegíaca de la frottola, menos alegres y más pausados. Frottole y strambotti podían cantarse a capella pero lo más frecuente era ejecutarlos en un solo acompañado por el laúd.
A partir de 1530 la frottola desaparecería para dejar paso definitivamente al madrigal. El madrigal ya se conocía desde el siglo XIV, entre los géneros favoritos de la ars nova italiana, como un pequeño poema en estrofas de dos o tres versos con una melodía única cuya continuidad es cortada por un estribillo. Pero el madrigal del Renacimiento, el que toma el relevo a la frottola, no se parece ya a aquel, salvo en que comparte el mismo nombre. Ahora se trata de una composición libre, como el poema sobre el que está escrita, sin estribillos, en una rica polifonía a tres, cuatro o cinco voces, que se inspira en el motete pero con menor rigor y mayor libertad. El único principio al que obedece el madrigal es adaptarse lo más estrechamente posible a la letra del poema y a los sentimientos que expresa. Para expresar de un modo más sentido los estados anímicos se hace frecuente uso de las disonancias y de las alteraciones (fa sostenido, sol sotenido, mi bemol, si bemol) todavía prohibidos prácticamente en la música pía sagrada. Así, a partir de mediados del siglo XVI los madrigalistas se instalan deliberadamente en el cromatismo musical.
Da quei begl’ occhi ove s’accese il foco
Che m’ard’ a poco a poco
Vidi lagrime uscir, ond’ io pensai
Ch’amorzasse la fiamma il novo umore,
E mi sentì nel core
Fiamma ch’estinguer non potrò più mai
De esos bellos ojos en los que el fuego prende
y me consume poco a poco
vi como surgían lágrimas, y entonces pensé
que este nuevo fluido apagaría la llama,
y sentí en mi corazón
esa llama que no se podrá extinguir jamás.