TOSTA DE PISTO
La merienda dentro de la Cristóbal de Morales ha alcanzado, con el paso de los años, el carácter de toda una institución que concita el mayor de los consensos. Se trata de acompañar el descanso en medio del ensayo semanal con unos refrescos y algo de picar para hacer más agradable ese momento de relax. Por supuesto no se trata de dar de cenar a los coralistas, pero tampoco de despachar el momento con unos salados cacahuetes o unas patatas fritas prefabricadas. Antes bien, se busca soprender y agradar a los participantes en el ensayo con algunos sabores caseros, tradicionales o innovadores, en la cantidad justa y suficiente para acompañar una distendida charla entre amigos durante unos escasos veinte minutos.
Otra cosa muy importante para este menester es que el producto se pueda transportar con comodidad, se coma a temperatura ambiente y se pueda servir fácilmente, por ejemplo cogiéndolo sencillamente con los dedos.
En esta ocasión traemos al recetario coral un producto tradicional manchego que se presta perfectamente a ser servido sobre una rebanada pequeña de pan y cuya confección no es difícil, tal como se demuestra en las líneas siguientes.
Los ingredientes se han calculado para cuarenta personas, que son los miembros que forman nuestro coro.
- Un calabacín grande (sobre 300 gr.)
- Seis tomates rojos y maduros de tamaño mediano.
- Dos cebollas medianas o una grande.
- Dos pimientos verdes medianos o uno grande, preferiblemente de carne gruesa, es decir no el típico largo italiano.
- Aceite de oliva virgen extra, sal y azúcar.
- Cuarenta rodajas de pan, preferiblemente tipo gallego, catalán o de chapata. En muchas panaderías cortan el pan en rodajas si se pide, calculando que salen unas veinte rodajas de cada barra de pan normal.
Hacer un pisto es muy fácil. Solo hay que guardar un cierto cuidado con las proporciones y tener paciencia para lograr la consistencia deseada.
En una sarten alta y grande para que quepa todo (de 27 cm.) se pone un buen chorro de aceite (que cubra el fondo ampliamente con unos 2-3 mm) se pica la cebolla y se echa a la sarten, a fuego mediano, esperando a que se comience a ablandar pero no se dore. Mientras tanto se pela el calabacín y se corta en taquitos. Algunos echan el calabacín con su piel, pero es preferible pelarlo porque le da una mejor textura.
Cuando la cebolle empiece a estar transparente se añade el calabacín y se mezcla, dando vueltas de vez en cuando con una cuchara de madera hasta que se vaya ablandando. Mientras tanto se lava el pimiento, se le quita el rabo y las semillas y se pica en trozos pequeños. Más o menos tras unos quince minutos desde que se puso la sartén en el fuego habrá llegado el momento de añadir el pimiento. Si el fuego se viera que está demasiado fuerte convendrá bajarlo un poco.
Se lavan los tomates, y se pican sobre una tabla de madera grande, procurando que no escurra el jugo y se salga de la tabla. Se quita la parte dura y blanca que une el tomate a la mata. Cuando el pimiento haya perdido su dureza y se empiece a poner blando se añade el picado de tomate, se le pone sal y una cucharadita de azúcar. Se le da unas vueltas y se cubre con una tapa de freir de esas que tiene agujeros. Cada cierto tiempo habrá que darle una vuelta para que no se pegue.
Cuando haya transcurrido más o menos una hora y cuarto se podrá apreciar que el pisto ya va tomando una cierta consistencia. Entonces es el momento de quitarle la tapa, bajar el fuego al mínimo y dejarlo hacerse una media hora más aproximadamente, sin olvidarse de darle de vez en cuando una vuelta para evitar que se pegue. En algún momento se deberá probar para rectificar de sal si fuera necesario.
El plato llega a su punto cuando ha perdido prácticamente casi todo el líquido y adquiere una consistencia bastante homogénea, dentro de la diversidad de sus ingredientes, que se pueden apreciar a la vista pero no sacar por separado. El pisto (al menos este pisto que yo propongo, ya que cada cocinero/a tiene sus propios gustos, costumbres y criterios) no debe presentarse de modo que los ingredientes naden en líquido, ni que se distinta la forma original como se cortaron. Tan malo es que pueda cogerse con un tenedor cada ingrediente por separado como que parezca un puré. Por eso a nadie se le debería pasar por la cabeza utilizar para realizar este plato una máquina trituradora o un robot de cocina. Todo hay que cortarlo a cuchillo. La gracia del éxito está precisamente en que se logre la textura apropiada.
Una vez retirado del fuego se deja enfriar. Se puede hacer perfectamente la mañana del ensayo o incluso el día anterior, sin ningún problema.
Cuando se vaya a preparar la merienda se ponen las cuarenta rebanadas de pan sobre dos bandejas cubiertas con unas servilletas de papel y se va poniendo encima de cada rebanada una generosa cucharada de pisto, a temperatura ambiente. Si el pisto tiene la textura deseada se podrá poner una capa de hasta dos cm. de grosor sobre el pan y no se derramará.